martes, 12 de septiembre de 2017

El valor de la palabra



Sin respuestas políticas, apenas apelando a sus instintos represivos corregidos y aumentados, el establishment vernáculo ha decidido confrontar, tanto en el Norte como en el Sur, con los pueblos originarios y sus representantes, aquellos para quienes la palabra, y el cumplimiento de la palabra empeñada, mantienen su valor. No es un valor que cotice en el mercado, pero es sagrado y ellos lo saben.

Deberían saberlo much@s otr@s argentin@os, pues durante 12 años hubo un rescate de la palabra pública, esa que debería valer lo mismo que una firma o un juramento. Pero, claro, también persiguen a la mujer que, justamente haciendo uso de la palabra, puso en evidencia –y pone todavía- a todos aquellos que degradan en los hechos lo que dicen o inclusive cantan con sus bocas. Porque no se trata de gestos, se trata de comprender, comunicar y hacer legible el sentido de una época.

Frente al hecho cierto de la desaparición forzada de Santiago Maldonado, ese sentido busca ser tergiversado o directamente arrasado. Recién nomás, y frente a cámaras, una patota de policías de civil buscó infiltrarse entre quienes se manifestaban frente a los tribunales de Esquel. Aún descubiertos, uno de ellos pretendió llevarse a un manifestante, como si no bastara con la vida en vilo de Maldonado.

La batalla cultural que está en la base de los combates sociales argentinos de ayer, ahora y siempre, es dirimida de muchos modos, algunos bastante sofisticados, otros muy rudimentarios. Pero a tod@s debería preocuparnos el angostamiento de las alternativas que, en las actuales circunstancias, tiene el futuro del proyecto comunitario. Acaso debamos mirar con mayor atención a los pueblos originarios y, como ellos, hacer un credo de la Cultura, la Palabra, y la Justicia como verdaderos sostenes del devenir humano. Después de todas las que pasamos, y aunque cueste creerlo, nos va la vida en ello.

Por Carlos Semorile.

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