(Foto:
Carlos Brigo)
¡Qué! ¿Por qué no habríamos de decir que anoche nos
conmovieron las palabras y las canciones de Liliana Herrero? ¿Por qué
deberíamos quedarnos sólo con una “performance” musical, exquisita sin duda, y
soslayar nada menos que la emoción? ¿Por qué no escribir que durante el
concierto lloramos, pensamos, sostuvimos creencias posibles y de las otras, abrazamos
una memoria literario/musical que nos pertenece, nos reímos y cantamos con
ganas y, sobre todo, sentimos juntos que “todo en el aire nos llama aquí”?
¿Y si planteamos de una vez que escucharla a la
Herrero provoca dislocamientos y rupturas? ¿Y si decimos que eso sucede por el
modo en que Liliana regresa a las fuentes, no para perpetuar la tradición como
un museo de nostalgias petrificadas, sino para producir una dichosa apertura a
un futuro desconocido? ¿Y qué pasa si agregamos que, de tal suerte, esa cultura
que creíamos conocer como algo extremadamente añejo y ya perdido, ahora nos
parece tan fresca y joven que todavía –para nuestro asombro- sigue naciendo?
Hay una forma estandarizada de interpretar La
chacarera de las piedras, y esa manera de abordar el pasado nos roba el futuro,
porque le quita a la cultura su poder de desafiar y trastocar. Esa fetichización
del paisaje nos deja afuera de la Historia porque un pasado como ése existe
como un mero artículo –uno más- para consumir. Anoche, gracias a Herrero y
Rossi, escuché por primera vez esos versos y entendí por qué alguien dijo que “el
poeta es el creador de un pueblo: le da un mundo que contemplar, tiene su alma
en sus manos”.
Ese tipo de poesía fue el que nos regalaron anoche
Liliana y sus muchachos. Concedamos que hay algo de cierto en la nostalgia, y
que los creadores de nuestra literatura musical dejaron imágenes grabadas en
nuestras retinas para que estén ahí, como una retrospectiva imposible y, a la
vez, para que sepamos que “todo en el aire nos llama aquí”. Pero es una
nostalgia elaborada para que la cultura sea un reclamo de futuro para nosotros,
para nuestros hijos y nietos, y para la
dicha posible de una Patria emancipada.