La consigna no puede ser más acertada: en épocas de
acechanzas imperiales, toca defender y resistir cobijándonos “todos bajo la
misma bandera”. No es nada nuevo: en la Argentina kirchnerista, los oficialistas
hace rato que venimos resistiendo los embates de todo tipo que pretenden
devolvernos al 2001, y más atrás también. Pero esta vez hay un panorama que,
sin perder sus condimentos dramáticos, tiene ribetes caricaturales. Empezando
por un juez que parece la estampa viva de un buitre encaramado en la cima del
mundo bursátil, y siguiendo, claro, por el tema de los famosos bonos. “¿Alguien
vio alguna vez un bono?” En la puta vida, y ni hablemos de saber dónde se
compran, cuánto valen, y cómo se negocian.
Eso lo saben los personeros del “buitrismo” que, como
bien dice Federico Bernal, es “la etapa superior del mitrismo”. Mitrismo en su
doble acepción de falseamiento de la Historia y entrega de la fortuna nacional;
o mejor dicho: negacionismo de la historia nacional (de las luchas del pueblo,
de sus héroes, de sus jornadas épicas, de su mística) para proceder a la
entrega del patrimonio social acumulado de los argentinos. En la actual
encrucijada de apriete contra la Nación y su capacidad cierta y comprobada de crecer
y pagar con una quita razonable, el “buitrismo” apuesta a hacer caer la
reestructuración de la deuda argentina.
Pero, por sobre todo, quiere hacerle creer a usted que
no valemos nada y que estamos condenados a poner, otra vez, el pescuezo para el
festín insaciable de los buitres. Esa libra de carne que piden los mercaderes contiene
las proteínas que desde hace una década vuelven a estar presentes en las mesas
de los argentinos. Y usted puede no haber visto jamás un bono, pero esto lo
entiende perfectamente. Por eso, dígale no al “buitrismo” y súmese a esta
unidad nacional que, en defensa propia, nos necesita a todos bajo la misma
bandera.
Por Carlos Semorile.