jueves, 26 de mayo de 2011

Betty, la fea

El paso de Beatriz Sarlo por “6-7-8” arañó, siendo generosos, lo penoso. No es esta, de manera alguna, una pena compartida. Hay que decirlo de una vez por todas: a los Lanata, a las Sarlo, a los Sabat, no les importa un carajo que millones de argentinos pensemos distinto, y nos permitamos la esperanza y hasta, ya pasados de rosca, nos demos el lujo de creer. “La desconfianza -escribió Raúl Scalabrini Ortiz- es el estado afectivo más pernicioso para el hombre”. No lo dudemos ni un segundo: el negocio de estos “escribas” del sistema consiste en derramar baldes de bosta sobre el pueblo argentino. Buscan exterminar cualquier atisbo de autoestima comunitaria para vencernos -como también decía Scalabrini-, por “la extenuación, la desesperanza y la humillación espiritual”. Se trata de un claro llamado a desmantelar nuestros mitos, a desecharlos, y a producir un quiebre histórico que deje inermes a las nuevas generaciones de argentinas y argentinos. Si antes le tenían miedo al Néstor vivo, ahora le tienen pánico al “Néstornauta” que se ha arraigado en el corazón de la militancia. Y en el caso particular de Sarlo, ha demostrado que de la soberbia tampoco se vuelve. No puedo dejar de entrelazar estas líneas con el emotivo llamado que hiciera Roberto Caballero (director de Tiempo Argentino) para que “la historia la ganen los que escriben” la verdadera historia de este país. Lo menciono especialmente porque estoy convencido de que no nos asiste más el derecho a reproducir visiones colonizadas de nosotros mismos.
Por Carlos Semorile.